¡¡Me animo!!


¡¡Me animo!! Eso es lo primero que pensé cuando decidí contaros el devenir de los momentos vividos. Aún queda en mi memoria, agarrado, el sentimiento que antaño tenía por dejar de ser niño y ser mayor, ahora tengo agarrada la emoción del día que decidí dejar de ser mayor y volver a ser niño y descubrir que sin alas era capaz de volar por un escenario y que podía ser payaso sin hacer el payaso.

Conocí a la bruja del cuento que lejos de ser malvada me llevó a enfrentarme a un nuevo reto – "Quillo, voy a hacer un taller del actor frente a la cámara" – y al contestar – "¿y eso qué es?" – sentí un extraño cosquilleo que me decía “ve y busca”. Y fui, y encontré gente que se llamaban actores, directores, guionistas o entrenadores y se sentían actores o directores o guionistas o entrenadores y que me hicieron sentir alegre, triste, afligido, malhumorado o trastornado. Sentir.

En este devenir de los momentos vividos una “noche americana” me encontré con Truffaut y me comentó que si había visto a “Jules y Jim”. No contesté, pero la verdad es que no los había visto. Me quedé tan impactado de aquella “noche americana” que decidí buscarlos y los encontré a la semana siguiente.

Esa misma semana encontré sentado en su silla de director a Hitchcock que me dio “su visión sobre el cine” y saludé de lejos a Claude Chabrol pero no puede hablar con él (cómo me hubiera gustado preguntarle “cómo se hace una película”).

Llegando el final de la semana, sentado en un bar con Lola y con una cerveza en la mano vi a Polanski. Me acerqué interesado en sus peripecias en Francia y me comento que lo había pasado francamente bien si no hubiera sido por un “quimérico inquilino” que estuvo viviendo en su mismo edificio y que según dicen las malas lenguas se suicidó reiteradamente.

Fue un final de semana maravilloso, a la charla con Polanski se unió conocer a Mireia Ros que me dijo que le había costado un “triunfo” hacer su película y me presentó a Silvia Marso y a Carmelo Gómez. Volví a sentir un cosquilleo y seguí buscando. Y encontré movimientos de travelling o encuadres picados o contrapicados, por no hablar del cenital y aprendí a ver el cuerpo en un plano detalle, medio, americano o primer plano, sin olvidar lo inolvidable del plano general.

Y en este devenir, de tierras lejanas llegó un quijote, delgado, de pelo canoso y sonrisa eterna. Atendía por Stephen Bayly y me habló de un tal Meisner.

  • ¿Le conoces?
  • No, no le conozco – le dije.
  • Y, ¿cómo te sientes? – Me contestó.
  • Me siento bien.
  • Te sientes bien.
  • Me siento bien.
  • Te sientes bien.
  • Me siento bien.
  • Ahora ya le conoces, ahora ya empiezas a conocerle – me dijo.

Y, a día de hoy donde lo rápido se hace efímero y de mal sabor ya que no ha tenido tiempo de madurar, siento que poco a poco me convierto en un “animal sensorial”, que lo que no hago no se ve porque está escondido y que de lo que hago no se pierde detalle.


Julián San José Molina.-

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